Este nuevo artículo
sobre el caso, algo más extenso que los anteriores aunque de nuevo sin imágenes
que lo acompañen, se encuentra una vez más situado dentro del apartado
“neumonía atípica” que La Vanguardia había creado para incluir todo lo relativo
al tema. La novedad esta vez provenía de unas declaraciones hechas por el
presidente de la Audiencia Nacional, Rafael Mendizábal, según el cual, a partir
de ese momento, todo lo relativo a las disposiciones judiciales derivadas del
asunto del aceite de colza serían competencia de la sala de lo penal, entre las
cuales figuraban los delitos contra la salud pública y los de fraude
alimenticio.
Por su parte, el Ministerio
de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social señalaba que, aunque los casos por
intoxicación se habían visto reducidos en número, entre el sábado y el domingo
anteriores otras dos personas habían perdido la vida. Resulta llamativo que ese
hecho no fuera el que pusiera el titular a la noticia, que se decanta por
resaltar que, por el momento, todavía no se había interpuesto ninguna denuncia
contra los responsables. Además, el ministerio volvía a repetir su llamamiento
a la población para que dejara de utilizar aceites sin marca ni control
sanitario por el riesgo evidente que estos suponían.
Un ladillo que reza “un
tóxico desconocido” nos indica a continuación que el texto va a cambiar de
ámbito, mostrándonos ahora las declaraciones de uno de los químicos que en
aquellos momentos se encontraban analizando las muestras de aceite venenoso.
Resaltadas en negrita, las afirmaciones del científico afirmaban que el aceite
letal estaba compuesto por grasa animal, aceite de colza, grasa hidrogenada y
una pequeña cantidad de aceite de soja, además de por la anteriormente
mencionada sustancia misteriosa que todavía no había sido identificada, pero
que supuestamente podría ser algún tipo de toxina.
A continuación, tras
otro ladillo titulado “venenosa anilina”, el químico resaltaba que la clave de
las conclusiones a las que habían llegado por el momento había sido el
descubrimiento en las muestras de aceite de acetanilida y de anilina. La
primera era una sustancia potencialmente tóxica que no debía estar en el
aceite, y la segunda, el veneno que se utilizaba para desnaturalizar el aceite
de colza para su uso industrial. El objetivo de los investigadores era ahora tratar
de reproducir un aceite con los mismos ingredientes tóxicos y probarlo en
animales para observar sus reacciones.
Finalmente, se indica
que todos los aceites comercializados en España estaban siendo estudiados,
aunque ninguno ofrecía resultados similares a los del aceite dañino, y que
dicho aceite podía distinguirse del normal debido a un color más amarillento.

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