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Segundo artículo: El segundo artículo sobre el caso del
aceite de colza se encuentra en la página 13 del diario, ocupando algo más de
la mitad izquierda de la misma (aunque contando con un anuncio de gran tamaño
en la esquina inferior izquierda), lo cual ya le concede una importancia
notable teniendo en cuenta que ninguno de los textos anteriores sobre el tema
ha sido tan extenso, aunque tampoco aparezca ninguna foto. Con el antetítulo
“el aceite tóxico (II)” presentando esa numeración antes mencionada como si de
un relato por entregas se tratara, el artículo titulado “las declaraciones
desatinadas” es explicado en la entradilla, haciendo referencia tanto a unas
afirmaciones un tanto absurdas hechas por el ministro de Sanidad Jesús Sancho
Rof como a las desafortunadas declaraciones provenientes del propio Ministerio
durante el brote de la epidemia mortal y su desarrollo, asegurando al principio
que el asunto no presentaba gravedad ni peligro y asegurando durante la
posterior expansión de la enfermedad que las medidas adoptadas eran las
adecuadas, a pesar del cada vez más creciente número de enfermos, y que pronto
se identificaría al agente causante. Al principio de la entradilla también se
nos indica que la información proviene de la agencia de prensa independiente
Colpisa.
A continuación comienza
el artículo en sí, que continúa donde terminó la anterior entrega de la serie, haciendo
un repaso por prácticamente todo lo que se hizo mal desde el comienzo de la
lucha contra la neumonía atípica hasta el día 26 de junio. En primer lugar, se
enumeran varios de los errores que se cometieron a finales de mayo, cuando ya
se había confirmado la plaga. Primero se culpó a las hortalizas de tallo verde
y a las fresas procedentes de los valles del Tajo, Tajuña y Henares, y después
a los pájaros y los perros, con las consecuencias que eso trajo (caídas en las
ventas, matanzas indiscriminadas, etc.). Aunque según unas declaraciones del
doctor Juan Raúl Sanz, no todas las verduras de los huertos próximos a los ríos
de la región centro eran peligrosas, semanas más tarde se descartó por completo
la teoría de que las lechugas eran el problema, pero sí que éste estaba en las
ensaladas, siendo ésta la primera sospecha de que el aceite contaminado era el
problema, aunque nadie se atrevió a afirmarlo debido a lo que había ocurrido
antes.
Un ladillo titulado
“problema de estado” nos introduce en el mismo asunto desde otro ámbito, ya
que, como el epicentro de la infección se encontraba en Torrejón de Ardoz,
enseguida comenzaron los rumores de que los responsables eran los militares de
la base, que con sus actividades habían causado el brote. Incluso la agencia
soviética de telégrafos (TASS) acusó a los soldados de manipular armas
bacteriológicas, falacia que fue desmentido por la OTAN. La neumonía se convirtió
así en un problema de Estado que la prensa europea no tardó en explotar, poniendo
en peligro la campaña turística del año 1981 y provocando al respecto unas
declaraciones un tanto airadas del secretario de Estado para la Información.
Todo esto vino provocado porque unos desaprensivos mezclaron aceite de colza
industrial con otros aceites aptos para el consumo humano con la intención de
venderlo a granel, algo que creó una mezcla difícil de detectar y mortal.
El último ladillo del
artículo reza “declaraciones ridículas”, volviendo a retomar los comentarios
llevados a cabo por Sancho Rof y su Ministerio de Sanidad durante una rueda de
prensa celebrada el 21 de mayo, en la que utilizó expresiones demasiado
simplistas para que el público general entendiera todo. El ministro cedió en
determinado momento la palabra a varios especialistas que le acompañaban, los
cuales prácticamente aseguraron que una gripe de invierno era más peligrosa que
la neumonía, que era peor la psicosis generada por la enfermedad que la
enfermedad en sí, y que no había nada que temer. Los medios de comunicación
suavizaron entonces sus titulares aunque para el día 25 de mayo ya había habido
15 muertos y eran 1.872 los hospitalizados. Después se supo que la causa real
de todo aquello no era una epidemia, ni una neumonía, sino una intoxicación de
grandes proporciones.
Según el artículo, los
especialistas en salud se resistieron a cambiar su diagnóstico por temor a
hacer un ridículo aún mayor, hasta que el 26 de junio, día anterior a la
publicación de este texto, el Ministerio de Sanidad habló por fin de
intoxicación alimentaria.
Con un claro espíritu
crítico, este artículo de Mariano Guindal arremete contra todas aquellas
instituciones que, de un modo u otro, actuaron de manera equivocada ante la
crisis del aceite, especialmente el Ministerio de Sanidad, cuyo proceder
resultó bastante lamentable, a pesar de que en ninguno de los artículos
anteriores se hacen comentarios al respecto. Como curiosidad, remarcar que La
Vanguardia se permite incluso bromear en este contexto con el asalto al Banco
Central de Barcelona llevado a cabo el 25 de mayo, citándolo como una de las
causas que contribuyeron al pánico general (y demostrando de paso su carácter
regionalista). Todas las declaraciones recogidas en el artículo aparecen, como
viene siendo habitual, resaltadas en negrita.

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