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Primer artículo: De nuevo nos encontramos con un gran
artículo de extensión similar al anterior, firmado de nuevo por Mariano
Guindal, periodista económico, y situado esta vez en la página 15. Retomando el
antetítulo del anterior, éste añade un III al final, y aunque cuenta con un
nuevo titular (“una larga noche de análisis”), continúa con la temática del
último texto analizado para seguir comentando algunos de los errores que se
cometieron a la hora de atajar la crisis del aceite contaminado.
En la entradilla se nos
indica que la información proviene de nuevo de la agencia Colpisa y cuenta
cómo, mientras las autoridades sanitarias permanecían aparentemente tranquilas
ante el supuesto brote epidémico, el número de fallecidos e ingresados seguía
aumentando, el Gobierno conseguía ayuda médica de Estados Unidos y el
secretario de Estado para el Turismo continuaba haciendo campaña para mantener
el flujo de turistas a nuestro país.
El artículo comienza
con los peculiares casos de un doctor de Cercedilla, que opinaba que el remedio
para la enfermedad estaba en el alcanfor, y de un virólogo chino que ofrecía su
ayuda para acabar con la plaga. Ajeno a estos asuntos, en el Hospital del Niño
Jesús, el doctor Tabuenca Oliver daba con la clave del asunto y llegaba a la
conclusión de que el agente responsable de la denominada “neumonía atípica” no
era otro que el aceite a granel, ya que la enfermedad se daba también en bebés,
cuando eso no había sucedido nunca.
A continuación, el
ladillo “resistencia oficial” nos da una idea de lo que ocurrió después, y es
que cuando Oliver envió sus resultados al Ministerio de Sanidad, las
autoridades mantuvieron un silencio total al respecto. Cuando el 6 de junio las
cifras de muertos y enfermos llegaron a su cota más alta, el doctor Oliver
decidió tomar cartas en el asunto y advirtió a las autoridades que si ellos no
daban la voz de alarma, lo haría el propio Hospital del Niño Jesús. Tras unos
días, el 10 de junio el Ministerio de Sanidad hizo pública una nota un tanto
ambigua sobre el aceite adulterado, y más tarde ese mismo día encargó al Centro
Nacional de Alimentación y Nutrición de Majadahonda, dirigido por el doctor
Borregón, que analizara dicho aceite.
Un nuevo ladillo,
“termina el puzle”, nos conduce a la parte final del relato, en la que se
cuenta cómo a lo largo de una semana, en el Centro de Majadahonda se trabajó
sin descanso hasta dar con la clave de todo el día 17 de junio: El causante de
la crisis había sido el aceite de colza. A partir de aquí se suceden las
pruebas y procedimientos que hemos ido viendo a lo largo de los artículos
anteriores de La Vanguardia desde el día 18, hasta que el 24 de junio se logra
la identificación de todos los componentes de la mezcla de aceite tóxico.
La última parte del
artículo viene precedida por el ladillo “secuelas”, y en ella se nos cuentan
los experimentos llevados a cabo en ratas para determinar la peligrosidad del
aceite corrupto. Los resultados no dejaron lugar a dudas, ya que todas las
ratas infectadas sufrieron los mismos daños en el sistema nervioso y en otras
regiones del cuerpo que los enfermos tratados. Borregón llega a decir que el
aceite podría causar otras lesiones irreversibles cuyos efectos se desconocían
en aquel momento, además de provocar fuertes alergias a los enfermos afectados
e incluso, con el paso del tiempo, cáncer.
Al igual que en todos los casos anteriores,
todas las declaraciones recogidas en este artículo vienen señaladas en negrita,
pero sigue sin haber fotografías.

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